
Son los mismos dirigentes que, en las elecciones de octubre, pidieron votos para Fuerza Patria.

¿Puede lo viejo funcionar en la política neuquina? Esa es la gran pregunta que surge tras el intento del Partido Justicialista, encabezado por Darío Martínez y Oscar Parrilli, de reagrupar al alicaído peronismo provincial en un frente opositor al gobierno nacional. Sin embargo, más que una renovación de ideas, la foto del encuentro dejó en evidencia la desesperación de un sector que insiste en reciclar nombres y fórmulas que ya fracasaron.
Con la excusa de “ponerle un límite a Milei”, el espacio juntó a una larga lista de sellos partidarios y referentes que poco o nada conectan con la ciudadanía actual. ¿Dónde están las propuestas concretas para Neuquén? ¿Qué tiene para ofrecer este conglomerado, más allá de oponerse al gobierno nacional? Otra vez, el rechazo al adversario como único pegamento discursivo.
El problema no es la crítica a Milei –legítima en democracia– sino la pobreza de un armado que no logra despegar de los nombres de siempre: Martínez, exsecretario de Energía de Alberto Fernández, figura central de una gestión nacional ampliamente cuestionada; y Parrilli, senador y fiel escudero de Cristina Fernández de Kirchner, recientemente condenada por corrupción.

El peronismo neuquino no logró articular una defensa de los intereses provinciales, ni cuando gobernaba a nivel nacional ni ahora que intenta reagruparse. A lo sumo, promovió internas estériles, perdió peso territorial y hoy recurre a la creación de un “frente” que luce más como un rejunte de siglas que como una construcción sólida. ¿Puede algo serio surgir de lo que ni siquiera es un frente electoral consolidado, sino apenas una mesa de quejas?
En el documento difundido, se denuncia la “subordinación” del gobierno de Rolando Figueroa al oficialismo nacional, pero nada se dice sobre cómo se defenderán los recursos de Neuquén, qué modelo productivo se impulsará, o cómo se protegerán los derechos de los neuquinos en este nuevo contexto nacional. Otra vez, la retórica vacía reemplaza al contenido, y la nostalgia política eclipsa la necesidad de cambio.
Lo viejo funciona, dicen algunos, cuando se refiere a experiencia y trayectoria (o a series de streaming). Pero en este caso, lo viejo claramente no funciona. No hay épica posible cuando el mensaje llega desde quienes ya tuvieron su oportunidad y la dejaron pasar. La política requiere de renovación real, de liderazgo con legitimidad social y no solo partidaria. En ese sentido, este armado no despierta esperanza: despierta desconfianza.
Mientras tanto, el vecino neuquino observa con escepticismo. Las caras del pasado se repiten en un loop que no entusiasma a nadie. Porque si la única propuesta es “estar en contra de Milei”, pero no se ofrece ni un solo proyecto serio para el futuro, el final ya se conoce. Y el peronismo neuquino, conducido por Martínez y Parrilli, debería preguntarse si no está, una vez más, apostando todo a una causa perdida.



Son los mismos dirigentes que, en las elecciones de octubre, pidieron votos para Fuerza Patria.

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