
Son los mismos dirigentes que, en las elecciones de octubre, pidieron votos para Fuerza Patria.

En el peronismo neuquino los gestos no son menores. María Elena Paladino, histórica militante de Cutral Co, asumió la presidencia del PJ provincial con aval del Instituto Patria, que comandan Oscar Parrilli y Cristina Fernández de Kirchner, en su caso desde la prisión domiciliaria. Pero su llegada no se da en cualquier contexto: reemplaza a Darío Martínez, a quien años atrás insultó públicamente en términos que hoy resuenan con fuerza en la memoria política provincial.
La escena recuerda inevitablemente aquel audio célebre de Cristina Kirchner a Oscar Parrilli –otro referente neuquino del PJ– cuando lo trató de “pelotudo”. En ese entonces, como ahora, las tensiones dentro del justicialismo no se ocultaban. Paladino utilizó exactamente la misma palabra para describir a Martínez en 2018, cuando lo acusó de mentirle a la militancia y de “ser un cagón”, por estar en Estados Unidos en vez de acompañar a los compañeros.
Ahora, con un tono más institucional pero sin ocultar el trasfondo, Darío Martínez se bajó de todo: renunció a la presidencia del PJ y también a cualquier pretensión legislativa. En su despedida, se excusó en la “imposibilidad de convocar a elecciones internas” dentro del frente Fuerza Patria, al que pertenece. Pero los hechos muestran otra lectura: esperó hasta el límite, dejó al partido sin rumbo, sin método de selección de candidaturas, y con heridas abiertas.
En ese vacío, Paladino emerge como figura incómoda pero legítima, apoyada por parte de la militancia y con una retórica filosa que la ha caracterizado históricamente. Su liderazgo representa un peronismo territorial, con base en el sur neuquino, que ha resistido incluso en tiempos adversos. No llega por consenso ni por unidad: llega por necesidad, ante la inacción de una conducción que ya no podía sostenerse.
El peronismo neuquino entra en una nueva etapa. Lo hace sin internas, sin unidad plena y con heridas expuestas. Pero también con un horizonte en común: reconfigurar una alternativa opositora real para 2027. Paladino tendrá el desafío de ordenar un partido en crisis, contener las tensiones, y evitar que las viejas rencillas personales –como la suya con Martínez– se transformen en nuevos obstáculos.
Porque si algo dejó claro este recambio, es que en el PJ neuquino los insultos pueden ser antesala del poder. Como con Cristina y Parrilli. Como ahora, con Paladino y Darío.



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